martes, 23 de agosto de 2011

Que lo arreglen a madrazos (Ojo por ojo, balacera por balacera)

Desde que Humberto Moreira (@HMOREIRA2011 en Twitter) dejó el gobierno de Coahuila para ser ungido como presidente del PRI, sus desplantes y bravuconadas contra funcionarios del "gobierno" panista han sido su sello distintivo. Esa fue la imagen con la que Moreira se promovió a sí mismo a la dirigencia del tricolor: la del político "entrón", echado para adelante, que daría batalla a los bisoños y muy ineptos blanquiazules y los traería a mecate corto.

Las balandronadas de Moreira forman parte de un plan más amplio cuyo objetivo es llevar al PRI de regreso a Los Pinos, de la mano del figurín Enrique Peña Nieto y la nomenklatura política de este país que ya desechó definitivamente al panismo fracasado y que ahora confía en los tricolores para seguir garantizando sus intereses. En esa lógica, tan parecida al viejo modus operandi del "policía bueno / policía malo", Peña sería la mano presuntamente suave (habría que preguntarle a los ejidatarios de Atenco) que prometería alta política y visión de Estado, y Moreira el porro madreador encargado de abrirle camino rumbo a la elección constitucional, sirviendo de pararrayos frente a los panistas dementes que, ante la perspectiva de ser echados a patadas del poder que se robaron en 2006, recurrirán a cualquier truco limpio o sucio con tal de conservar lo agandallado.

Si bien la lucha por el poder entre esos dos partidos se había limitado a desplantes verbales y uno que otro aguijonazo entre Moreira y el funcionario panista en turno (lo flaco de la caballada los obliga a ser intercambiables para darle la batalla al dinosaurio), con la entrada en escena de Felipe Calderón la disputa subió drásticamente de tono, hasta agarrar justo el tono que más excita al ocupante de Los Pinos: el rojo sangre.

Y es que pocos a estas alturas creen que sea una casualidad que los más recientes acontecimientos violentos que colocaron a México en las primeras planas internacionales hayan ocurrido precisamente en Coahuila, estado gobernado por el clan Moreira, y en Michoacán, entidad de los amores de Calderón y cuya hermana ansía heredar el poder estatal. La balacera del fin de semana en el estadio TSM en Torreón, donde el número de hipótesis "oficiales" casi iguala al de casquillos percutidos, es un claro ejemplo de un acto terrorista planeado justamente para sembrar el pánico social, y para atraer los reflectores hacia la violencia incontrolable que sufre ese estado.

El que por fortuna no haya habido víctimas fatales es algo que debe resaltarse, no obstante es evidente que precisamente por esta feliz circunstancia es claro que no se trató de un acto típico de los grupos criminales. ¿No recurren éstos a cualquier táctica, por sanguinaria o desesperada que sea, para eludir la acción de la justicia? Recuérdese solamente el granadazo que sin miramiento alguno arrojaron a personas inocentes en Veracruz hace tan solo unos días, nada más para quitarse de encima a sus perseguidores. Nadie, por fortuna repito, salió herido en el estadio de Santos, si bien afuera un policía cayó víctima de los balazos.

Más abona a la sospecha que, apenas unos minutos después del episodio, diferentes instancias del "gobierno" federal se afanaban en deslizar la versión envenenada (aunque no por ello totalmente falsa) de que las autoridades coahuilenses eran responsables absolutas de lo ocurrido. Fue clara la intención de embarrar a Moreira, al que en esta semana le ha llovido en su milpita al ser bombardeado por todos los frentes posibles por un panismo orate que desea a toda costa (haiga sido como haiga sido) tumbarlo de la presidencia del PRI.

Por si quedara alguna duda que los acontecimientos del fin de semana son producto más de una guerra entre capos que de "desafortunados incidentes", al día siguiente de lo ocurrido en Coahuila un comando armado sembró el pánico en Morelia (la tierra de Calderón) al ingresar a un centro comercial y asaltar una joyería. Los malpensados podrían decir: ojo por ojo, balacera por balacera... el que se ríe se lleva... en fin, la sabiduría popular es mucho más elocuente para explicar lo que sucede en este país.

Cuando Calderón, ese enfermo de odio que no ha vacilado en desangrar al país en una guerra estúpida imposible de ganar, decidió entrarle a la pelea PAN-PRI contra Moreira, lo hizo poniéndose los guantes de madreador profesional y sin escrúpulos que tan bien le quedan. Lo que era un debate acre pero debate al fin, subió de tono y el resultado es miles de personas inocentes atrapadas en balaceras cuyo objetivo es más psicológico que bélico-militar: no se trata de pelear la plaza u ocupar territorio, sino de crear una psicosis colectiva que mine las bases de apoyo del adversario. La gente de Coahuila y la de Michoacán pagan los platos rotos de estar atrapados en las broncas personales de dos políticos de quinta que son capos de primera.

Si tan hombrecitos son, si tan temibles se creen, ¿por qué pelear a través de matones profesionales que a final de cuentas no son más que achichincles armados? Que Moreira y Calderón se citen en un lugar distinto a Michoacán o Coahuila (sugiero Aguascalientes, a mitad de camino y con un palenque magnífico) y arreglen sus diferencias como los hombres bragados que dicen ser. Basta ya de balaceras: que lo resuelvan a putazos y asunto arreglado.

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1 comentarios:

Hemos llegado a una etapa de hartazgo social, lo triste es que seguimos siendo pocos los que nos atrevemos a decir y hacer.
Me gusta el estilo que tienes para decir las cosas, tu análisis del problema de dos personajes de la polític - ficción actual es muy bueno.

Rescatemos a México lindo y herido.

Un abrazo amigo y gracias por la invitación a leer y comentar.