miércoles, 23 de junio de 2010

Carlos Marín: el error garrafal de "matar al mensajero"

Por si alguien pensaba que ya lo habíamos visto y oído todo en cuestión de escándalos políticos, la difusión de las más recientes grabaciones telefónicas en donde se involucra al gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, nos confirman que para la clase política mexicana los límites tradicionalmente marcados por la ética y el pudor no son más que desafíos siempre superables con un poquito de voluntad y mucho de cinismo.

El lunes muy temprano nos despertamos con la revelación de una conversación telefónica entre Ulises Ruiz y un interlocutor de cuyo nombre ni me acuerdo, pero que da igual si fue su secretario de Gobierno, un miembro de la campaña priísta o un consejero del instituto electoral oxaqueño: para términos prácticos, es un gato del góber. En esa conversación supuestamente privada, que ciseñeras mañas nos han permitido conocer a los simples mortales, Ulises Carnicero Ruiz se queja amargamente de que en Milenio Televisión se estuviera entrevistando al candidato aliancista Gabino Cué, porque, alega: "ahí (en Milenio) debíamos tener protección"; y finalmente instruye a su empleado con un "hay que arreglar a Marín" (Carlos, el director del periódico).

Esta grabación se dio a conocer en el noticiero de MVS conducido por Carmen Aristegui. Graves sin duda los señalamientos hechos ni más ni menos que por el gobernador oaxaqueño en contra de Marín, pero ¿cuál fue la respuesta de éste, y de otros destacados columnistas del periódico que dirige?

Cualquiera con dos dedos de frente supondría que ante la acusación directa, Marín y anexas se ocuparían en demostrar la falsedad de los señalamientos de tener "convenios" con el gobierno de Oaxaca para "bloquear" a Gabino Cué, candidato opositor. Si tales convenios no existen, lo que Marín estaba obligado a hacer era señalar a Ruiz como un calumniador, y dar la pelea para salvar su ética periodística en entredicho. Pero no fue esa la respuesta del director de Milenio.

Marín, secundado por Ciro Gómez, prefirió irse a la yugular no de Ulises Ruiz sino ¡de Carmen Aristegui!, a quien desde el día de ayer no han dejado de denostar arguyendo una supuesta guerra sucia y prácticamente alegando que entre gitanos no nos leemos la mano. Ciro de plano es tan cínico que reclama a los que nos quejamos de la guerra sucia en 2006 que ahora "hagamos lo mismo". Se le olvida a este despreciable converso al chayote que: 1) él siempre negó que hubiera habido guerra sucia en 2006, negándose a ver lo que todos vimos; 2) quienes hicieron la guerra sucia fueron los mismos a quienes él hasta la fecha defiende a capa y espada; 3) las grabaciones que revelan acuerdos en lo oscurito entre el gobierno de Oaxaca y Milenio no son guerra sucia. Son, simplemente, la evidencia tangible de lo que muchos han señalado desde semanas atrás, cuando todas las encuestas serias dan a Gabino Cué ventaja en la elección oaxaqueña y sólo Milenio, Liébano Sáenz y Federico Berrueto dan como ganador al PRI, en lo que tiene toda la facha de ser una encuesta a modo.

Hoy Carlos Marín fue incluso aún más lejos, al amagar con una demanda judicial ni más ni menos que a Lorenzo Meyer, por haberse atrevido a comentar estas grabaciones en el mismo espacio noticioso de Carmen Aristegui. En un texto farragoso pletórico de descalificaciones y de un histerismo patético, Marín pone en duda el prestigio de historiador de Meyer, su honestidad intelectual, su trayectoria y hasta los premios que ha recibido (bien dicen que entre más pequeños los hombres, más estrecha la rendija por donde se cuela la envidia). Pero de las grabaciones telefónicas donde se le acusa de manera directa, ni pío. ¿No debería centrar Marín su defensa en las mismas, en vez de concentrar su ataque en quienes las dieron a conocer y comentaron?

Refieren algunos que en la antigüedad, los sultanes turcos mandaban matar a los mensajeros que llegaban del frente de batalla con malas noticias. Sea cierta la leyenda o no, de ahí deriva una frase vigente hasta nuestros días: "matar al mensajero" significa atacar al portador de noticias desagradables o inconvenientes para quien las recibe, en vez de concentrarse en el contenido mismo de tales noticias. Marín ha optado, por comodidad, ignorancia, cinismo o de plano porque no hay borracho que coma lumbre, por matar al mensajero (Aristegui y Meyer) en vez de aclarar, de frente a la sociedad, las grabaciones que lo incriminan en el enjuague electoral oaxaqueño. Al hacerlo, comete un error garrafal: el del escuincle malcriado que, creyéndose muy "sácalepunta" se pone a escupir al cielo. Empapado en su propia saliva, insiste en gritar "¡al ladrón!" esperando que alguien le crea el papel de víctima.


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6 comentarios:

A esos payasos les dio un ataque tipo "taz" de tasmania, aquel simpático animal que no se le entiende ni madres pero como se encabrona. Así están el bufon Marin y su "minimi" ciro.

Muy acertada analogía, sin duda. Gracias por leer!

Hola, me pareció excelente tu reflexión sobre este escándalo. Lorenzo Meyer es uno de los grandes politólogos mexicanos y Marín sólo demuestra su mediocridad intelectual y más aún su instinto corrupto.

Un consejo para Marín sería que recogiera del suelo la poca dignidad que le queda y se callara el hocico en lugar de continuar haciendo el ridículo...pero ¿cuál dignidad?

Sin duda como señala Sateluco, la opción sería el "calladito te ves más bonito"... si todavía quedara algo de dignidad en Marín. ¿Alguien lo cree?

Muchas gracias Amalia, afortunadamente muchísima gente sabe quién es Lorenzo Meyer, y quién es Marín...