Domingo, 7am. Procedente del puerto jarocho, llega mi padre al DF. Viene al mitin de López Obrador, como ha venido a todos los anteriores, desde las magnas concentraciones contra el fraude, los días del plantón, y todas y cada una de las asambleas informativas encabezadas por el presidente legítimo en la principal plaza del país. ¿Cómo ves las cosas?, me pregunta. Le contesto con un “bien” que suena a resignado convencimiento de que, una vez más, habremos de reunirnos para apoyar al Peje quien, una vez más, nos dirá... lo mismo que nos ha dicho en ocasiones anteriores.
Mi papá decide adelantarse al Zócalo porque quedó de verse con un amigo suyo para desayunar allá antes del mitin. Yo tomo mi tiempo y cerca de las 10:30 emprendo el camino. Durante el trayecto pienso en cuántas ocasiones anteriores he acudido al llamado de AMLO siempre con la esperanza de escuchar de él una definición concreta, un posicionamiento claro, un deslinde firme de aquellos que sólo se han dedicado a boicotearlo a él y al movimiento que representa. Pienso asimismo con cierta inquietud en la última vez que asistí a una concentración y cómo advertí que el número de asistentes no era tan elevado como de costumbre. La gente se cansa si no ve claro, concluyo. Sacudo la cabeza enérgicamente, como para alejar pensamientos ominosos. Retraso mis pasos, como si no quisiera salir todavía del metro y averiguar por mí mismo si mis temores son fundados o no.
Justo al salir de la estación Hidalgo veo una larga hilera de autobuses foráneos estacionados sobre la avenida del mismo nombre, desde Reforma hasta el Eje Central. De ellos descienden cientos de hombres, mujeres, niños incluso, que por la Alameda se encaminan hacia la calle de Madero, en una especie de Babel en movimiento que mezcla acentos y colores, unidos en el entusiasmo de una porra o una consigna. Camino junto a un contingente de Nuevo Laredo, ¿cuántas horas de viaje harían para estar presentes con Obrador? ¿Cuántos retenes de soldados -o de narcos- habrán sorteado en su camino?
Para cuando salgo de la Alameda hacia avenida Juárez, mis dudas se han disipado. Por el arroyo vehicular, cerrado a los automovilistas, caminan grupos de Jalisco, Estado de México, Sinaloa, Puebla, Baja California... En mi impaciencia por llegar a la plaza y corroborar que estará colmada, maldigo entre dientes esa mañita de Ebrard de emprender obras de manera simultánea por toda la ciudad, y en particular en las banquetas de Madero, bombardeadas por taladros y acordonadas para no dejar más que un carril para el tránsito. Qué ironía: este Marcelo sí que salió obrador, bromeo.
Dos cuadras antes de llegar a los portales que dan al zócalo, es prácticamente imposible pasar a menos que sea empujando al de adelante. Imposible pensar que encontraría, entre el tumulto, a mi papá, pero como quedamos de vernos en el mismo lugar de siempre, no hubo problema en reunirme con él. A nuestras espaldas, un hombre con camisa amarilla y sombrero se sube a un poste y desde ahí intenta contener al río humano que insiste en entrar al Zócalo cuando ya no cabe ni un alfiler. En vano arenga a la multitud para que “rodeen por otro lado”; nadie le hace caso.
En el templete, el presidente legítimo escucha a cada uno de los oradores de los 31 estados y el DF, que presentan un informe de actividades de los comités del Gobierno Legítimo. Casi dos horas emplean los representantes del movimiento en poner al tanto a la asamblea del número de ciudadanos credencializados, los ejemplares de Regeneración repartidos, el número de comités territoriales instalados... En la explanada, la multitud se impacienta. Han venido a escuchar a AMLO, y las nubes que comienzan a cubrir el cielo capitalino amenazan con volcar su líquida carga sobre los asistentes. El propio López Obrador parece a veces ausente del desfile de cifras, como si estuviera pensando en otra cosa. Lo mismo Elena Poniatowska, que sólo aplaude, de manera mecánica, cuando lo hace el Peje.
En su turno, Elenita habla de la cultura, y de la deuda que este país está adquiriendo con sus jóvenes, y que el futuro, sin duda “nos cobrará muy caro”. Se refiere a los llamados ninis, aquellos que ni estudian ni trabajan, y son presa fácil para las filas del narco.
Enrique González Pedrero insiste machaconamente en la absoluta necesidad de la organización, aquella ausente en 2006, de lo cual se valieron los ladrones para torcer la voluntad popular de manera impune. Lo escucho y concuerdo con el ex gobernador de Tabasco: es necesario organizarnos, para la promoción del voto, para la defensa del mismo; pero yo agregaría: también es necesario irnos organizando para hacer exigible, en un futuro cercano, la reparación del daño y el castigo a los delincuentes electorales de hace 4 años. ¿Cuándo los veremos pagar por su crimen?
Una señora detrás de mí comienza a silbar, disgustada porque AMLO aun no habla. Me parece una falta de respeto para González Pedrero, a quien obviamente esta doñita no conoce. Así se lo hacemos saber, sólo para recibir como respuesta su mismo argumento de: “yo vine a ver al Peje”, pero ahora a gritos. Tres, cuatro repeticiones de su cantaleta histérica y por fin se calla. Increíblemente, escucha con atención a Armando Bartra, quizá porque está hablando de la economía “de a pie”, la que todos nosotros vivimos y padecemos. Aplaude frenética el anuncio del compromiso del nuevo gobierno democrático de gravar las operaciones en la bolsa de valores. Aunque es de dudarse que esta señora ponga un pie en el piso de remates jamás, entiende perfectamente que quienes allí especulan no pagan un centavo de impuestos, mientras ella lucha a diario con los centavos y batalla con el IVA en una lucha perdida de antemano.
Toma el micrófono Andrés Manuel López Obrador. Comienza con las mismas arengas, las mismas frases lapidarias, la misma retórica que ya a pocos les parece novedosa y que ya nos sabemos de memoria. No obstante, llega el momento culminante, la presentación del proyecto alternativo de nación. Uno a uno, AMLO va detallando los ejes de su propuesta, el económico, el político, el social. Sonora rechifla cuando habla de la Corte y sus bien cebados ministros, auténticos coyotes al servicio de los intereses que les dieron el puesto. Aplausos nutridos cuando toca el tema de los programas sociales, y ofrece elevar a rango constitucional los apoyos que se brindan a la tercera edad, las madres solteras, las becas a estudiantes. Todos ellos, instituidos por él cuando fue Jefe de Gobierno, y posteriormente copiados por gobernadores de todos los partidos y hasta por un sapito que se dice presidente de la república.
Termina el mitin y ni una gota de lluvia ha caido. Más de algún merolico de radio y TV debe estar haciendo corajito, porque en esta ocasión ni Tláloc se atrevió a importunar al político más importante de México. Como para que no quede duda de quién, hoy por hoy, marca la agenda en este país.
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2 comentarios:
Excelente crónica, que bueno que lo comentas de esa manera fácil y sencilla. Yo solo añadiría que debería haber una agenda. Yo fuí por primera vez, acompañé a mi vecina sus hijos y la abuela de estos. Todo muy bien, desayunamos en el centro y todo bien pero son tantos oradores que se desespera la gente. La abuelita que llevamos de plano se hartó de estar ahí y los niños se durmieron y tuvimos que retirarnos. Son pocas las oportunidades que tenemos de ver a AMLO y se va uno con un mal sabor de boca. Se y estoy de acuerdo que hay gente importante pero cada cuando podemos ver a AMLO? Si me preguntas que si volvería a ir a pasar ese rato tan grande de espera, lo haría, pero las personas que acompañé, no les quedaron ganas. Aún así seguiremos apoyando al movimiento, no de una manera tan cercana. Deberías incluir en tu reseña el sentimiento de la viejita que estaba frente a ti. Esa viejita es el reflejo de el pueblo. Inclúyelo para la otra por favor. Muchas Felicidades
Sí, es verdad, a muchos de los que fuimos nos pareció muy largo el evento y hubo impaciencia por escuchar a AMLO y el Nuevo Proyecto Alternativo de Nación. Pero ¿cuándo se había visto que un mitin los ciudadanos de a pie fueran los protagonistas, los que tomaran el micrófono para informar de su trabajo a diario formando Comités, organizándose, repartiendo el periódico Regeneración? Ese es el verdadero legado del Peje(suceda lo que suceda en el 2012), haberle enseñado a la gente a organizarse sola e involucrarse en la política. Al menos yo ya no podría vivir de otra manera y ser un apático y un "apolítico" como mucho tonto útil presume por ahí.
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