sábado, 19 de julio de 2008

El bufón desechable

En "El humillante silencio de los periodistas" llamé a Carlos Marín, director de Milenio Diario, "bufón". Quiero ofrecer una sincera disculpa, no era así como quería llamarlo.

Lo correcto es: bufón patético.

En efecto, Marín, a quien cualquiera con estómago a prueba de todo puede ver "debatir" todos los miércoles en ese programa modelo de televisión soviética llamado Tercer Grado, parece haberse propuesto como misión en la vida dejar claro ante el mundo que se puede pasar de ser un periodista medianamente competente, a un payasito de la tele cuya rutina más "exitosa" es manotear como desesperado mientras suda y bufa tratando de convencer al auditorio de que el movimiento obradorista "está desfondado" y "ya no existe".

Da risa el buen Carlitos, dando su luchita personal contra sus molinos de viento, el movimiento nacional democrático que ya es imparable y que él se empeña en minimizar. "Ni los veo ni los oigo", como dijera años atrás su tocayo, otro chaparro, otro Carlos: Salinas de Gortari. Ni hablar, Dios los bautiza y ellos se juntan.

A lo mejor el resentimiento que Carlos Marín le tiene no sólo a AMLO y al movimiento, sino a la vida, es por el hecho de que, cuando decidió tirar por la borda la credibilidad y el prestigio que Milenio Diario había construido a lo largo de varios años, y mejor se entregó a las mieles del chayote, sus ventas se vinieron abajo. A grado tal que ahora el periodiquito (ya no es grande) de Marín lo regalan en los autobuses ADO. Y a veces ni ahí lo quieren los pasajeros, que mejor prefieren jetearse un rato en su viaje que marearse leyendo basura.

Triste fin para el otrora periódico referente nacional, aquel que destapó el toallagate y que tuvo otros momentos luminosos para el periodismo mexicano...

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