jueves, 25 de marzo de 2010

Calderón contra las minorías ridículas

Calderón contra las minorías ridículas

Escuchar a Felipe Calderón referirse a los criminales en general, y a los narcotraficantes en particular, como una "minoría ridícula", lejos de contribuir a generar en la sociedad confianza hacia las "autoridades" y la lucha que dicen librar contra el crimen organizado, provoca más bien el efecto contrario, llenando a la opinión pública de dudas no sólo sobre la tan pregonada efectividad de esta "cruzada por la seguridad", sino sobre quienes la encabezan, las fuerzas que la llevan a cabo, la estrategia que emplean (if any) y sus resultados.

Si lo que Calderón quería era dar la impresión de un gobernante fuerte, firme, decidido a llevar su guerra hasta sus "últimas consecuencias", lo que sus palabras dejan ver es un "presidente" que se siente acorralado, consciente como nunca de su propia debilidad (la de origen, la ilegitimidad de su cargo, agravada por el desgaste de estos 3 años de fracasos en todos los frentes) y a quien únicamente parece quedarle como pertrecho la retórica bravucona, ésa que pretende sustituir inteligencia y valentía con frasecitas que aspiran a ser grandilocuentes y se quedan a medio camino entre lo cómico y lo patético. Calderón travestido en María Félix, la célebre Cucaracha, que en la película del mismo nombre, al terminarse el parque enmedio de una batalla, ordena tajante a sus hombres: "¡échenles mentadas, que también duelen!"

Felipe Bravucón, como el borracho de cantina que, a punto de ser sacado a empellones por un tabernero harto de los destrozos por él causados, todavía reta: y si quieren más, me avisan, mientras chorrea sangre y muestra los signos evidentes de la putiza recibida. Felipe el Rudo, que soñó con ser El Rey del Beautiful y despertó convertido en un remedo (chafita) de Espectrito, nomás que sin "goteras" que le pusieran un alto.

En descargo de Calderón habría que decir que no es el primer "presidente" que ha optado por la minimización del adversario cuando no tiene siquiera una remota idea de su tamaño, de su poder, de cómo hacerle frente y con qué estrategia. Toda proporción guardada, ejemplos de la soberbia presidencial los tenemos cada sexenio. Salinas de Gortari con su "ni los veo ni los oigo"; Ernesto Zedillo advirtió sobre "un grupito de malosos" que desde dentro de su partido, el PRI, eran responsables de una buena parte de los problemas de México. Fox tachando a los resistentes al fraude de "renegados". Y Calderón llamando a los narcos "minoría ridícula".

Más allá de lo anecdótico, sin entrar en un análisis sobre quién ha sido más creativo inventando frasecitas ampulosas, lo terrible de que Calderón califique a los narcos de minoría ridícula son las implicaciones de su dicho. Porque, si bien nadie puede negar que de los más de cien millones de mexicanos sólo un porcentaje muy pequeño se dedica al narcotráfico, el secuestro, la extorsión, etc., no queda más que pensar: si siendo tan poquitos tienen al país de cabeza, ¿qué tal si fueran más? Por otro lado, no ha de ser tan "ridícula" esa minoría donde trae en jaque al "gobierno" y sus instituciones supuestamente encargadas de garantizar la seguridad y la paz. ¿O el adjetivo calderonista era más bien para darnos ánimos a la mayoría y no amilanarnos ante el desmadre de esta guerra que todos los días nos azota y que encima de todo vamos perdiendo? ¿No le aunque, porque somos más? ¿No somos machos, pero somos muchos?

A Calderón, además, lo traiciona el subconsciente. Acompañar el concepto de minoría con el adjetivo "ridículo" da perfecta cuenta del desprecio que este hombre, y la derecha en general, sienten efectivamente por las minorías de este país, llámense indígenas, homosexuales, discapacitados, etcétera. No hay, desde la óptica conservadora de la elite dominante, grupo minoritario, legal o ilegal, merecedor de respeto en este país, por eso se les combate haciendo labor de coyotaje desde la PGR contra los matrimonios gays, o ajusticiando de manera "ejemplar" a narcomenudistas que tras ser capturados por la Marina aparecen muertos en algún lote baldío. O abonando a la cuenta de bajas del narcotráfico a estudiantes de excelencia a quienes el ejército se echa por error.

Lo más paradójico, sin embargo, es que la ridiculización a las minorías provenga del "primer jefe" de un partido que perdió estrepitosamente los pasados comicios federales, quedando convertido en una minoría legislativa que bastantes ridículos ha hecho y se ve en la necesidad de limosnear alianzas electorales en su desesperación por frenar la aplanadora tricolor que están convencidos los va a volver a arrollar dentro de dos años. Y que encima de todo lo diga alguien con la ridícula autoridad moral de haber "ganado" unos cuestionadísimos comicios presidenciales con apenas un ridículo 0.53%. Ridículo, ¿no?

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3 comentarios:

Renegado L.:su texto es impactante pues usted mete el dedo en la llaga: "minorías ridículas". Es una gran pena que mucha gente no toma nota del carácter performativo de esa frase terrible: esa frase anuncia que vienen por más, viene por otras "minorías ridículas" y nos quieren acostumbrar al trato que recibiremos: la exclusión y el exterminio, lo ocurrido con los 2 estudiantes del TEC, más la señora asesinados allí es una muestra, la 2da,muestra fue la ejecución de un joven narcomenudista. Si la sociedad deja esas cosas en manos de los políticos y la familia revolucionaria, se preparan los peores horizontes. Están declarando, en los hechos y en los dichos una guerra sucia militar contra las "minorías ridículas" ,a efectos de dejar encubierta su condición minoritaria. GRacias y un saludo

Dr. como siempre agradezco su amable comentario que arroja luz sobre estos temas que parecieran insondables para muchos de nosotros.

Rosario Ibarra de Piedra ha dicho que estamos todavía peor, en algunos aspectos, que en la época de la guerra sucia. Triste comprobar que, si no es así de grave, para allá vamos.

Un saludo cordial,
RL

Excelente trabajo y tambien, profundo comentario de Dr.Alberto, a veces reina la desesperanza cuando observo a mucha gente, aun sumergida sin actuar. Ojala y como tu existan 99,999 mas, el 1 que falta soy yo y tampoco no me detengo. Saludos