lunes, 12 de abril de 2010

La divina comedia: Segunda Frivolidad

Sólo he estado en un foro de televisión abierta dos veces en mi vida. Ambas, en programas de la televisora del Ajusco, si bien en locaciones distintas. La primera vez fue en Canal 13, entonces propiedad del gobierno y en cuya barra de programación destacaban los ¡Buenos días! con Luis Carbajo, DeporTV y Desayunando con Jorge Saldaña. La época en que se forjaron las figuras que dieron renombre a la otrora respetada televisión estatal.

En aquella ocasión, a mis cuatro años y de visita en el DF desde tierras veracruzanas, fui llevado por mis papás para ser parte del público infantil (15 o 20 críos en cada emisión) de un programa conducido por la entonces todavía muy potable Hilda Aguirre. Mis lectores más jóvenes probablemente no sepan de quién hablo, pero aquellos de mi rodada para arriba de seguro ubican perfectamente a la ex-mamita en cuestión. Por venir "de fuera" la conductora tuvo la idea de mostrarme frente a las cámaras y tenerme con ella ("quédate aquí, chiquitín", juar juar!) durante todo el programa. ¿A ver, cuántos de ustedes pueden presumir de haber estado sentados durante media hora en las piernas de la actriz? ¡Ah, verdad!

Por si lo anterior no les ha dado suficiente pena ajena, déjenme contarles que mi segunda incursión en el mundo de la farándula ocurrió apenas ayer. Como dije, esta vez también fue en la televisora del Ajusco, ahora convertida en la siniestra y patética Televisión Azteca y comandada por un verdadero gángster de los medios como es Salinas Pliego. El escenario fueron los Estudios Churubusco, y como algunos ya habrán adivinado el programa al que asistí (nuevamente como público, no vayan a creer que como concursante) fue Segunda Oportunidad.


Segunda Oportunidad es exactamente lo mismo que La Academia, el reality show emblemático de TV Azteca, con la diferencia de que quienes concursan en esta versión son todos los que en las versiones anteriores, de 2002 a la fecha, participaron y no ganaron. Si obviamos que la conclusión inmediata es que se trata de una especie de Academia de los Perdedores, es posible observar cosas que nos dan interesantes claves mucho más allá del mero espectáculo.

Como los fans, desde luego. Durante las tres horas que estuvimos formados en la banqueta antes de ingresar a los estudios Churubusco, lo que vi fue un mosaico de perfiles, apariencias, edades, gustos, cuyo denominador común no encontré otra forma de sintetizarlo que con la frase: "esta gente está como rara". Desde la jovencita con look de reggaetonera hasta el adolescente mitad emo y mitad punketo; quinceañeras y cuarentonas uniformadas con la misma playera naranja neón compitiendo por echar los gritos más escandalosos en apoyo a su alumno preferido; efebos (no sé si catamitas) y otros no tanto ensayando improbables coreografías en la calle, chavos fresas que con una mano apañan a la novia de la cintura mientras con la otra no sueltan el celular al que viven literalmente pegados (imaginen una conversación de tres horas con ese aparatito); y los papás, mamás, hermanos, esposos y demás parentela de las y los concursantes del programa, cargando en bolsas de plástico todo tipo de chucherías (cornetas, cartulinas, mantas) para repartir entre las porras de sus favoritos. Delante de mi, una señora de no menos de 70 años aguantaba a pie firme los rayos del sol, con tal de ver a Adrián, porque "me gusta mucho cómo canta, lo sigo desde que estuvo en la cuarta generación, y además está muy chulo".

¿Qué tiene este show que lo ha convertido en todo un suceso no sólo de rating sino en verdadero culto a la personalidad de jóvenes que por otro lado son presentados como salidos del pueblo, artistas que no dejan de ser como cualquier otro mexicano promedio? ¿En dónde radica el secreto de este fenómeno de masas? Por supuesto no es mi intención explicarlo en estas líneas, no tengo la respuesta. Pero creo que si la izquierda (la verdadera, no la caricatura derechizada de los chuchos, acostas, nalgarretes y demás) deja por un momento la descalificación en automático a todo aquello que huela a frivolidad y no está a la altura de su soberbia intelectual, y se concentra mejor en identificar los aciertos que han tenido la derecha y sus medios en esta enajenación masiva, algo podríamos aprender de ello, nosotros que podremos tener la razón histórica (whatever that means) pero que si somos honestos no hemos sido muy eficaces para comunicarlo a la sociedad.

Bueno pero me estoy desviando del tema. El desarrollo del programa sigue el mismo formato previsible y acartonado que todas las generaciones anteriores, si acaso con el ingrediente novedoso de unas reglas caóticas que todas las semanas cambian, para confusión de los no iniciados como yo. Esta mutación permanente de las "reglas" -que dejan de serlo en el momento mismo en que su vigencia se circunscribe a la emisión de esa semana-, si bien no afecta mayormente el desarrollo de la competencia (si algo queda claro es que todo está predeterminado de antemano, con un guión que se cumple puntualmente), envía sin embargo un poderoso mensaje: todo se vale, es posible salirte con la tuya aun yendo en contra de lo establecido, si tienes suficiente apoyo del público o si le caes bien a los jueces; las reglas se hicieron para ser rotas y lo más que te puede pasar es que te sentencien y tengas que suplicarle al dios rating para que la gente vote por ti y te salve, o bien que Daniel Bisogno te tire mierda a nivel nacional. ¡De ahí no pasa! ¿Alguien cree que como sociedad somos inmunes al bombardeo constante de la tv con estos anti-valores? Nomás eche un ojito a la realidad nacional, luego mande su mensaje de texto al 55555 con la palabra "VOTA", y finalmente relájese: sígase haciendo pendejo a gusto. Total: el Chicharito ya está en el futbol europeo; lo demás es lo de menos.

Los conductores y animadores del programa son un caso aparte. En un intento de llegar a un público más amplio que sigue las transmisiones por su filiar denominada Azteca América, la televisora del Ajusco incorporó a su elenco no sólo a un conductor chileno (que ya había conducido una temporada pasada) sino a una ex miss Universo que parece sacada de la Pequeña Habana miamense y cuyo mejor recurso oratorio son las "oohs!" que profiere a la menor provocación. Por fortuna para ella, su desafortunado desempeño en la conducción pasa casi desapercibido al lado de ese monumento a la misoginia llamado Betty Monroe, quien parece empeñada en confirmar todos y cada uno de los prejuicios machistas que existen sobre la mujer mexicana. Monroe sostiene con el tele prompter una guerra fallida y tan inútil como la que Calderón libra contra el narco; lee con dificultad y cuando plena de autoconfianza se aventura a recitar dos frases seguidas sin leerlas, la caga. En el graderío, entre el público, el consenso es unánime: esta mujer es tonta. Quizá por eso, acaba provocando la empatía del respetable, que al final la ve casi con ternura: nomás que no hable, calladita se ve más bonita, no me vas a negar que está buena, si no la quiero pa' platicar.

¿Y los jueces? Esta emisión no estaría completa sin ellos, el Supremo Tribunal de lo Grotesco, la Santa Inquisición de las Buenas Conciencias, la Piedra del Sacrificio donde al mismo tiempo se enaltecen y se inmolan los sueños e ilusiones de los jovencitos y jovencitas que aspiran a convertirse en "estrellas". El Santo Oficio de la Frivolidad. Si en generaciones pasadas se impusieron los gritos histéricos y sobreactuados de Lolita Cortés, la drama-queen por excelencia de la farándula teatral -y teatrera- de México, hoy vemos a Daniel Bisogno encumbrado como inverosímil "crítico", que intenta sin éxito suplir la carencia de conocimientos artísticos y musicales con la sorna y los chistoretes que han caracterizado lo que muy benevolentemente podríamos llamar "su estilo". Salvo las descalificaciones groseras o los piropos abyectos que le espeta a tal o cual participante según vayan ustedes a saber qué criterio, Bisogno pasa el tiempo en que hay comerciales revisando su Twitter (no me sé su usuario, ni me pregunten) o platicando con una chavita que deduje es su novia en turno (sin comentarios).

Por otro lado, Dulce, aquella cantante que en los años 80 tuvo relativo éxito reaparece en esta Segunda Oportunidad que le da TV Azteca, supongo que con miras a relanzar su carrera en un futuro cercano (sólo así me explico su presencia en un jurado donde lo único que hace es echarle flores a todo mundo). La artista tamaulipeca pareciera estar jugando el papel que en generaciones anteriores interpretaron Ilse y Mimí, las ex Flans: la Niña Buena, la Modosita, la Amabilísima, la No Rompo Un Plato. Creo que el talento artístico innegable que posee esta mujer pudiera ser mejor explotado si tan sólo se permitiera opinar libremente acerca del desempeño de los participantes, sin preocuparse por sonar "dura" o "mala". Los otros dos jueces son de relleno porque en realidad nadie, comenzando por los propios concursantes, toman muy en cuenta los consejos de imagen de Alvaro Gordoa o prestan mayor atención a las citas citables de Jessy Cervantes, verdadero ratón de fonoteca que es capaz de decir qué versión de la rola en turno estamos escuchando ("ése si no me equivoco es un arreglo de un concierto en vivo de Arjona"; nada más le faltó decir en qué fecha y ciudad lo ofreció, cuántas almas se congregaron para escucharlo, quién era el percusionista esa noche, y a cómo vendieron los boletos).

Sin duda lo mejor de Segunda Oportunidad son sus concursantes. Los alumnos de "la Casa", jóvenes provenientes de diferentes partes del país y aun del extranjero, se lucen en la medida de sus capacidades interpretando los diferentes temas que sus maestros seleccionan cada semana. Las fans deliran al ver a Sebas o Matías (Argentina) contonearse al ritmo de coreografías que parecen una mezcla entre Flashdance y Lambada; los hombres babean al ver la micro falda de Perla, que a sus 18 años reta a los críticos afirmando ser la mejor; algunos contuvimos la respiración al ver a Alejandra Capellini descender de lo alto del foro en un columpio para presentar al público "su nuevo look" (no quise preguntar cómo era el viejo). Pubertos y pubertas (de todas las edades) tronándose los dedos cuando César fue expulsado, para romper casi en llanto cuando, milagrosamente, otro equipo decidió rescatarlo y rescatar con ello el rating por momentos esquivo para este programa que de manera tan evidente manipula a tantos por medio de las ilusiones, de los sueños, de la ambición de destacar y ser "alguien". Y claro, el talento artístico, que en apariencia es el centro de la emisión pero que a veces se pierde de vista, opacado entre tanto chisme, tanto teatro, tanta frivolidad.

La cereza en el pastel, si es posible llamar así a la decadencia retro, fue la actuación de Pablito Ruiz, en su "espectacular regreso" a México, cantando un popurrí de sus éxitos de antaño y dando "candentes declaraciones" donde a pesar de prometer responder "¡tooodoo!" terminó contestando la única pregunta que la conductora le hizo y que previsiblemente fue sobre Ricky Martin y el beso que afirma se dieron hace como 15 años. Por cierto que previo al inicio del programa, algunos fuimos llevados en grupo al baño (un cámper en medio del estacionamiento) y al regresar, la caravana (en fila india) se detuvo porque ¡oh, qué suerte!, justo en ese momento salía del foro Pablito, luego de ensayar su número de la noche. Lo primero que pensé es que efectivamente era una suerte para mi que tal evento aconteciera después de haber ido al baño, porque si ha sido antes yo creo que no llego, tales eran mis ganas de orinar. No puedo decir mucho del argentino porque pasó caminando rápido seguido por los alumnos que le sirvieron de coro. Nuevamente fue el público el que, a la hora de su actuación, chacoteaba con Pablito y le sugería a Bisogno que se fuera con él (no me pregunten por qué).
Fue, el de ayer, un domingo diferente para mí. Como lo dije al inicio, creo que algo podríamos aprender del evidentemente experto manejo de masas de los medios de comunicación, y al mismo tiempo mirarnos en ese espejo y reconocer que, sea cual sea el objeto de nuestro fetiche, somos una sociedad a la que le encanta crear ídolos de la nada. Pero eso ya no es mi tema. Quizá lo aborde en una Segunda Oportunidad.


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6 comentarios:

A mi no me engañas, tu fuiste a ver a Pablito, pillo! Me hiciste reir mucho con tu reseña. Y tienes toda la razon, la izquierda tendria que analizar y al menos conocer lo que una gran parte de Mexico está viendo en la television. Muchos de nosotros podremos pensar que es enajenante, que es una forma de controlar al pueblo (que lo es)pero es innegable que desafortunadamente eso es lo que gusta y lo que hay.

jajaja lo mas patetico de tu existencia estupido, es que tu eras uno de esos bichos raros formados en la acera para entrar al espectaculo!!! eres un imbecil pero a mi no me engañas, te gano la comezon del culo por ver a Pablito Ruiz, puto!!!

El "anónimo" de arriba redacta igualito que "La Llorona", ¿a poco no?

"¡¡¡AAAAaaayyyy mis (pequeños) hiiiiijoooooooooooooos!!!!!"

Juar juar, la llorona.

Estas perdido amigo, como siempre gracias a tu decerebrada chirimolla.

Aqui la unica "llorona" es tu puta madre cada vez que se la dejo ir hasta el fondo, pero eso si, sus chillidos y gemidos parecen aullidos, juar juar

Hola Francisco, saludos a tu hermana Vero!!!